La producción de microprocesadores se ha visto afectada desde el año 2020 debido a la
reducción en la capacidad de los fabricantes así como de los cierres de los puertos en Asia, trayendo consigo un desabasto que ha derivado afectaciones a la industria electrónica y automotriz, llevando a las plantas instaladas en en la República Mexicana a suspender actividades productivas más de una vez desde que inició la pandemia.
Actualmente se prevé que la crisis de los semiconductores, también conocidos como chips, podría prolongarse hasta inicios de 2023 lo cual ha afectado a los fabricantes, principalmente automotrices, de surtir la demanda que tienen los pisos de venta en México.
El hecho de que toda la producción de semiconductores esté localizada en Asia, (Taiwán y Corea concentran el 83% de la producción mundial de chips para procesadores y el 70% de semiconductores de memoria) ha generado que diversos países vean a la manufactura de estos como una oportunidad.
Entre los interesados a cubrir dicha demanda se encuentra México, quien a nivel gubernamental está en negociaciones, para que sea tomado en cuenta en este reordenamiento de la industria la cual puede ofrecer una enorme ventaja competitiva debido a su cercanía con Estados Unidos: la cual representa una reducción del 75% del tiempo logístico con sus vecinos del norte.
Y aunque una nueva planta para la fabricación de chips tiene por lo menos un tiempo de instalación y operación de dos años, el actual panorama ha cambiado la pauta para considerar que la producción se expanda a otros países, dónde EEUU y Europa ya son referentes con planes de inversión de 52.000, 15.000 mdd respectivamente en los próximos tres años. De igual manera estos cambios, responden a la necesidad de diferentes fabricantes de equipo original (OEMs) de simplificar sus cadenas de suministro de una manera más eficiente.
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